Nueva República celebra los 200 años de la Asamblea Legislativa de Costa Rica: Un homenaje a nuestra democracia

Nueva República se une a la celebración del bicentenario de la Asamblea Legislativa, un hito que representa no solo dos siglos de historia parlamentaria, sino también el compromiso de Costa Rica con una democracia sólida y vibrante.

El pasado 23 de enero del 2025, nuestro jefe de fracción parlamentaria, Pablo Sibaja, en su intervención en la sesión solemne, destacó los valores fundamentales que han cimentado nuestro sistema democrático desde su fundación.

Sibaja inició recordando que «hablar de la celebración de los 200 años del parlamento costarricense es hablar de 200 años de celebración de nuestra democracia». Subrayó que el parlamento y la democracia son pilares indivisibles, dos caras de la misma moneda, cuya relación es indispensable para garantizar la libertad y el respeto por la pluralidad.

En su discurso, Sibaja destacó los orígenes de nuestra Asamblea Legislativa en 1825, vinculando este momento histórico con la promulgación de la primera constitución republicana, la Ley Fundamental del Estado Libre de Costa Rica.

«Esta naciente República estableció principios fundamentales, como la división tripartita de poderes y la creación de un poder legislativo unicameral de elección popular, que sentaron las bases de nuestra vida republicana», remarcó Sibaja.

Además, resaltó un elemento esencial que proviene de la historia parlamentaria mundial: el parlamento como símbolo de resistencia contra la tiranía y la autocracia. «El parlamento es, a todas luces, el antídoto contra los autócratas y los tiranos», afirmó, rememorando los orígenes democráticos en la antigua Grecia y el renacimiento parlamentario durante la Ilustración. Este recordatorio histórico resalta que la esencia del parlamento es garantizar que las leyes provengan de la soberanía popular y no de imposiciones externas o personalistas.

En un mensaje profundamente reflexivo, Sibaja advirtió sobre los peligros que enfrentan hoy las instituciones democráticas, incluida la Asamblea Legislativa. Señaló cómo los partidos políticos, contracaras del parlamento, se han visto afectados por un «peligroso sótano de credibilidad» debido al populismo y la demagogia. Sin embargo, también manifestó su esperanza al declarar: «Gracias a Dios, el pueblo de Costa Rica sigue considerando que la democracia es el corazón del ser costarricense más profundo».

El llamado del diputado Sibaja fue claro: unir esfuerzos para frenar la polarización política y proteger nuestra democracia. Invitó a sus colegas diputados, al presidente de la República y a los magistrados judiciales y electorales a detener «la guerra política sin cuartel» que amenaza la estabilidad del país. Con este mensaje, reafirmó el compromiso de Nueva República con la construcción de una política basada en el respeto, la civilidad y la búsqueda del bien común.

Desde Nueva República, celebramos este día como una oportunidad para reflexionar sobre el papel que cada costarricense tiene en la defensa de nuestra democracia. Reconocemos el valor histórico de estos 200 años de labor parlamentaria y renovamos nuestra responsabilidad de proteger y fortalecer los pilares que nos identifican como una República libre, soberana y democrática.

¡Que Dios y los hijos de la patria sigan guiando a nuestra Asamblea Legislativa y a nuestro querido Costa Rica hacia un futuro de unidad y esperanza!

Discurso completo

200 años de parlamento, 200 años de democracia

Hablar de la celebración de los 200 años del parlamento costarricense, es hablar de 200 años de celebración de nuestra democracia. Y es que parlamento y democracia son las dos caras de la misma moneda, pues se implican recíprocamente y no pueden existir la una sin la otra.

El origen de nuestro parlamento se remonta al periodo fundacional de la vida republicana de nuestra nación y a su misma independencia en 1821.

Luego de este evento, les tomó a nuestros abuelos cuatro años para fundar nuestro parlamento, pues entre este gran evento y el surgimiento del primer congreso republicano, en 1825, como bien señalan Karpinski, Castillo y Trejos, la vida política costarricense tuvo que lidiar entre el estupor de una independencia no esperada 1 y la posibilidad de formar parte de una república federal centroamericana.

Resuelta la salida de la intentona ístmica y luego de cuatro constituciones, en 1825 Costa Rica dicta su primera constitución de corte claramente republicana, la Ley Fundamental del Estado Libre de Costa Rica, dictada el 25 de enero de 1825.

La naciente república que crea esta Constitución estableció la división de poderes tripartita, creó un cuarto poder que ejercía funciones similares a un ente contralor moderno y señaló los requisitos para el ejercicio de la primera magistratura.

Desde luego, la Ley Fundamental creó un poder legislativo, el cual se concibió como unicameral y de elección popular, que ejercía la legislación, la protección de la Constitución, la definición de empréstitos y la fijación de límites territoriales, entre otras funciones clásicas.

Desde luego que no debemos tener una imagen romántica de este primer congreso, pero sí debemos celebrar que fue el parteaguas hacia nuestra vida republicana parlamentaria, la cual hoy celebramos.

En este sentido, es importante recordar que en los inicios de la historia de la humanidad, de hecho, la democracia nació con el parlamento. Fue en la antigua Grecia, cuando los atenienses dieron un salto disruptivo para su época, cuando ocurrió la génesis del parlamento.

Ellos fueron los primeros en considerar que el pueblo debía darse sus propias leyes, y no un rey absoluto que, al apelar a su representación de los dioses, daba las leyes, las ejecutaba y las administraba.

El pensador español Fernando Savater, en su icónico libro «Política para Amador» nos ilustra y cito: «… la ley no provenía de nada más elevado que los hombres, no era la orden irrevocable dada por los dioses o los antepasados míticos, sino que la asamblea de los ciudadanos (…) era su origen y, por tanto, podía modificarla o abolirla si a la mayoría le parecía conveniente. Tan en serio se tomaban los antiguos atenienses la igualdad política de los ciudadanos, y tan convencidos estaban de que su obediencia se debía solo a las leyes y no a personas, por “especiales” que fuesen…».

Lo esencial de esta gran invención griega y, por su medio, de la democracia, es que ninguna sociedad precedente pensaba que el pueblo se diera sus leyes, y que todos los puntos de vista políticos pudieran coexistir y discutir para legislar. Y más impresionante aún, luego de ellos, el parlamento se eclipsó de nuevo, hasta que resurgió muchos siglos después, con la Ilustración contemporánea.

De ahí que esta celebración por los 200 años de nuestro parlamento señala hacia algo más profundo y sustancial: un proyecto democrático que tiene varios componentes. En primer lugar, afirma que todos tenemos derecho a opinar y discutir civilizadamente y sin armas: conservadores, liberales, socialistas, comunistas, progres y demás criaturas del inventario ideológico de nuestra sociedad.

En segundo lugar, establece que lo que se decida por mayoría de votos de los representantes populares es obligatorio para todos, es decir, que la soberanía popular es el fundamento de la ley; no la imposición personal de alguien, o de un Estado u organismo extranjero, sin importar los colores con que se pinten.

Y, en tercer lugar, en la democracia no hay cabida para los iluminados, para personas que se creen superhéroes o que, en su megalomanía, se creen suficientes para ejercer el poder: el parlamento es, a todas luces, el antídoto contra los autócratas y los tiranos.

Por ello, la contracara del parlamento son los partidos políticos. No debemos olvidar esto hoy, cuando la Asamblea Legislativa y los partidos están en un peligroso sótano de credibilidad en el que los medios populistas y algunos de sus líderes partidarios los han llevado.

Hoy, cuando las voces de los llamados «antipartidos» y de los iluminados, de los funcionarios y dirigentes políticos carismáticos, proclives al «show político» y al populismo, que buscan endulzar el oído de una ciudadanía harta de la incompetencia y corrupción de los políticos de siempre, está claro que el Parlamento y los mismos partidos políticos se vuelven esenciales para la sobrevivencia de la democracia.

Como dijo hace tan solo unos días atrás, el presidente de Venezuela, Edmundo González, al pueblo costarricense:

«Ataques a la prensa, a los otros poderes y la disolución de los congresos, son signos que permitirían a la ciudadanía reconocer que su país se dirige hacia una dictadura.»

Díganme si esto es diferente a lo que hemos vivido en los últimos años.

Gracias a Dios, muchos políticos y algunos partidos lo han entendido. Gracias a Dios, la actual presidenta del Tribunal Supremo de Elecciones lo ha entendido. Gracias a Dios, el pueblo de Costa Rica sigue considerando que la democracia es el corazón del ser costarricenses más profundo.

Por esto, hoy, en este día tan significativo para los que servimos en este poder de la república, invito a mis colegas diputados, al presidente de la República y a los magistrados judiciales y electorales, para que nos unamos por nuestra nación 6 y para que paremos la guerra política sin cuartel que, peligrosamente, hoy se impone en la vida política costarricense.

Dios y los hijos de la patria lo demandan.

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